martes, 22 de octubre de 2013

Por qué mentimos constantemente (y cómo conseguir que no nos pillen)

Robert Trivers en 2007.

Por qué mentimos constantemente (y cómo conseguir que no nos pillen)



Somos unos mentirosos redomados, afirma Robert Trivers (Washington, 1943) profesor de psicología en la Universidad de Harvard y de antropología y ciencias biológicas en la Universidad de Rutgers, pero eso no significa que seamos conscientes de nuestras fabulaciones. De hecho, la mayoría de ellas no son conscientemente intencionadas, sino que forman parte de un peculiar mecanismo evolutivo que nos ha permitido obtener ventajas sustanciales.

Según explica Trivers, “el ser humano miente por muchas razones, ya que nos reporta múltiples beneficios”. Pero no decir la verdad también tiene riesgos, ya que pueden pillarte. Al mentir, explica el biólogo, emitimos toda una serie de señales que pueden delatarnos, automáticamente elevamos el tono de voz y nuestro cuerpo se tensa. Pero si mentimos inconscientemente esto no ocurre, “tu voz será igual, porque tu cuerpo no se está tensando, ya que crees que no estás mintiendo”, asegura Trivers. Y nadie podrá pillarte. El autoengaño es, en definitiva, un ingenio evolutivo que utilizamos para evitar que nos atrapen.

Y la utilizamos con mucha frecuencia en nuestro entorno cotidiano. Las relaciones entre padres e hijos o entre hermanos son un buen ejemplo, como lo es el terreno afectivo sexual. Cuenta Trivers en su libro que la “emoción falsa” es uno de los mecanismos más habituales, al que tampoco ha sido inmune. “Cuando conocía a una mujer, hacía gala de todos mis recursos para conquistarla, y sentía que estaba enamorado de ella hasta que tenía relaciones dos o tres veces, momento en que toda la atracción desparecía”, explica el biólogo. Una táctica de conquista que difícilmente funcionaría igual sin el autoengaño. 

Reescribiendo el pasado

El campo en el que más evidente se hace este mecanismo evolutivo es en la historia. La construcción del pasado es una de las operaciones políticas más recurrentes y extendidas, ya que las masas suelen escuchar con agrado una versión favorecedora de sus antepasados. Eso hace, señala Trivers, que cuando hablamos de genocidio nos fijemos en Hitler y la Segunda Guerra Mundial, “pero que ignoremos que en Armenia 750.000 personas perdieron la vida en apenas 3 meses o que en Camboya también murieron un millón y medio de personas en uno o dos años”.

Estados Unidos, asegura Trivers, está construido gracias a un genocidio: “Matamos a todos los indios, y los pocos que quedaron los pusimos en unas reservas donde tienen un 80% de paro y unos grandes porcentajes de alcoholismo, en parte porque han heredado unos genes especialmente sensibles al alcohol, pero en parte porque no tienen nada mejor que hacer. Y esos son los supervivientes, al resto nos los cargamos”. En EEUU se practica mucho el autoengaño sobre la propia historia, asegura el profesor de Harvard, “y el hecho de que sea un país tan poderoso puede que esté haciendo este proceso aún más fuerte”.

El ejemplo que con más insistencia cita Trivers es Israel. En su opinión, “criticar a Israel en los EEUU te hace protagonizar todo tipo de titulares sin sentido”. Dado que “es preferible contar mentiras sobre quién es quién y quién hizo qué a tener una imagen de nosotros que no nos gusta” mucha gente no tolera la crítica aun cuando sea razonada. El mecanismo de autoengaño es tan poderoso que barre el resto de argumentaciones. “Por ejemplo”, explica el biólogo, “si miras los ratings de mi libro en Amazon en Reino Unido verás que son muy altos, no hay ninguna crítica que califique el libro como ‘pobre’, muchas lo califican de ‘excelente’, y la media es ‘muy bueno’. En EEUU hay más ‘muy malo’ que ‘excelente’. La media es de 2,4/5, y sólo es por Israel. Si miras los votos negativos hablan muy poco y rápido del resto del libro, sólo se detienen en el capítulo de Israel, para decir que la visión del país en el libro es horrible”.

No mires la paja en el ojo ajeno

Uno de los campos donde falsedad y realidad se citan con más frecuencia es en la religión, y por eso resulta especialmente complicada de explicar. Según Trivers, que la define como una mezcla entre el autoengaño y la profunda verdad, el sentimiento religioso es un mundo en sí mismo y debe ser tratado con cuidado. Por ejemplo, “el cristianismo generalmente se posiciona contra la mentira”, explica el biólogo, “y tiene sentencias en particular contra el autoengaño como No mires la paja en el ojo ajeno, sino la viga en el tuyo propio”. Por otra parte, promueve ideas que son puro autoengaño, como pensar que nuestra religión es la buena, y las del resto son el mismo demonio, o que si te casas tiene que ser con gente de tu grupo.

También en su terreno, el de los científicos, el autoengaño está muy extendido, aunque Trivers prioriza el que tiene lugar en las ciencias sociales, “que tienen una gran historia de evidencias no científicas”. En opinión del biólogo, las ciencias sociales “han tratado de imitar la apariencia de la ciencia porque esta tiene reputación, pero son sólo una imitación”.

Para Trivers, la ciencia verdadera se basa en conocimientos preexistentes, lo que posibilita que se produzcan conexiones firmes: “La química nos permite entender las moléculas en nuestro cuerpo, que a su vez nos permite entender cómo funciona nuestro cuerpo, y la física nos da una imagen exacta de lo que es una molécula”. Pero la mayoría de las ciencias sociales, asegura el profesor de Harvard, se han negado a basarse en lo que deberían basarse, que es la biología. Estamos hablando de seres vivos, de la base psicológica y social de los humanos, ¿por qué no se puede basar el conocimiento en lo que sabemos de psicología y biología? ¿Por qué no podemos asociarlo a la biología, lo que nos permitiría casar lo que sabemos sobre los humanos con lo que sabemos sobre otras especies, con las que hay múltiples paralelismos?”, concluye Trivers.

El mejor ejemplo de estos mecanismos equivocados es la economía, que se niega a utilizar los postulados teóricos que podrían otorgarla validez y en su lugar prefiere emplear grandes dosis de fabulación. “Todo el mundo mira alrededor para echar la culpa a cualquier otro, pero los banqueros presionaron a los políticos para distorsionar el sistema a su favor. En los noventa se tomaron políticas concretas que habrían protegido a los mercados en 2008 pero que se derogaron debido a la presión por los banqueros. Es difícil que pretendan convencernos de que no sabían nada. Pero, aún así, hay mucho autoengaño”, asegura Trivers. 

Como lo hay en todas partes, ya que hablamos de un mecanismo que no es exclusivo de un grupo de seres humanos y ni siquiera del ser humano mismo. “La mentira está en todo el universo natural”, y por ello Trivers cuestiona el Proverbio bíblico (14 - 8) que da título a su libro en España, “La sabiduría del prudente es entender su camino, pero al necio lo engaña su propia necedad”. Puede que debiera ser así, pero la realidad nos señala otra cosa…

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