viernes, 22 de mayo de 2015

Condecoración al Marqués de Marañón

Entrega de la condecoración de Commendatore dell'Ordine della Stella d'Italia al excelentísimo señor don Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, marqués de Marañón.


Brillante acto de entrega de la condecoración en la Embajada de Italia. El embajador, Pietro Sebastiani, casado con Cristina Finucci, ha agasajado a los asistentes con una recepción, tras los discursos. 

Esta es la soberbia contestación del Marqués de Marañón:

Querido Embajador, querido Pietro, queridos amigos. 
Acabamos de regresar de uno de los lugares 
naturales más paradisíacos que existen en nuestro 
planeta, una isla perdida en la Polinesia francesa. Es 
la antípoda metafórica del archipiélago de las 
basuras, concebido como un Estado independiente 
por Cristina Finucci para alertar nuestras conciencias 
sobre el proceso de degradación de la tierra. Horas 
después de pisar el suelo de nuestra realidad, me 
encuentro en este otro paraíso que es hoy para mí, la 
embajada de Italia.  Y lo es, en primer lugar, por la infinita generosidad 
con la que se me acoge, una generosidad doble, 
oficial y personal: la de la Presidencia de la República 
italiana concediéndome la honrosa condecoración 
que acabo de recibir, y la de su embajador en 
España, Pietro Sebastiani, que es quien lo ha 
propuesto. En mi vida he comprobado que con 
frecuencia los reconocimientos más gozosos son los 
que brotan de la generosidad del que los otorga y no 
del mérito de quien los recibe. No recompensan, sino 
regalan. Éste, claramente, es el caso. 
Mi alegría por estar aquí también se debe al calor 
afectivo de los que hoy me acompañáis. Pili, mi 
mujer, nuestros hijos y los "hermanos escogidos", 
como José Juan Toharia suele denominar a los 
familiares y amigos que componen la hermandad del 
corazón.  Por todo ello, embajador, te expreso mi más profundo 
y sentido agradecimiento. Gracias, muy de verdad, 
gracias, letra a letra, también por tus palabras. 
Aquí, con toda sencillez, debería concluir mi 
intervención, pero disculpadme si recabo durante 
unos minutos más vuestra atención para referirme, 
muy resumidamente, a lo que Italia representa para 
mí y a lo que este acto me lleva.  
Si nuestra cultura y nuestra propia lengua hunden sus 
raíces en Roma, Italia es hoy el país que, según las 
encuestas, los españoles situamos en la pirámide de 
nuestras preferencias afectivas. Pertenezco a una 
generación que aún aprendió latín en el colegio. En 
mi último curso de bachillerato, Italia, su historia y su 
cultura, fue nuestra principal asignatura, y así, a los 
16 años nos llevaron durante más de un mes a 
recorrer tu país, querido Pietro, en lo que fue un 
inolvidable viaje precursor de tantos otros. Si 
entonces elegí Asís para hacer el trabajo de fin de 
curso, luego he regresado a Siena, Sicilia, Strómboli, 
Nápoles, Capri, Pompeya, Florencia, Pisa, Venecia, 
Milán, Bellagio, y, naturalmente, Roma, a la que 
Alberti dedicó un inolvidable poema: "Dejé por ti mis 
bosques, mi perdida arboleda, mis perros desvelados, 
mis capitales años desterrados hasta casi el invierno 
de la vida. Dejé por ti todo lo que era mío, dame tu, 
Roma, a cambio de mis penas, tanto como dejé para 
tenerte." Y, ciertamente, Roma no defraudó a nuestro 
gran poeta exiliado, porque Italia no defrauda nunca. 
Mi generación creció con el cine italiano, el 
neorrealismo, Pasolini, Visconti, Fellini; y con su 
música popular, como la de Doménico Modugno y 
tantos más. En mi biblioteca tengo apartados algunos 
libros que son los que he elegido como compañeros 
inseparables de mi andadura. Entre ellos recuerdo El 
desierto de los tártaros de Dino Buzzati, Amor y 
enamoramiento de Francesco Alberoni, La ilíada de 
Barico, y las Meditaciones de Marco Aurelio, el 
emperador que escribió: "Mi ciudad y mi patria, en 
cuanto Antonino, es Roma, pero en tanto que 
hombre, el mundo". Y en mis estudios de Derecho, 
Mancini, Carnelutti, Lombroso, y, por supuesto, 
Maquiavelo, fueron algunos de mis maestros de 
referencia. También tengo dos tatarabuelos italianos, y Pili Y yo 
estamos a punto de tener un nieto también italiano. 
De esos antepasados uno fue un comerciante 
genovés emigrado a Cádiz y, otra, una princesa de 
Dos Sicilias de tan VIVO carácter que provocó una 
frase que ha pasado a la historia al darle una sonora 
bofetada al Ministro Calomarde, y responderle éste: 
"Manos blancas no ofenden, señora". Por otro lado, 
nuestro retiro toledano es un convento erigido en 
1619 por los religiosos italianos de la Ordine di 
Chierici Regolari Minori de San Francesco Caracciolo, 
que lo ocuparon durante más de dos siglos 
dejándonos la huella indeleble de su espiritualidad. 
Por último, presido la Fundación El Greca 2014 que 
ha organizado la conmemoración del IV Centenario 
del genial pintor nacido en una isla de la República de 
Venecia y formado en esta ciudad y en Roma, y 
muchos de mis mejores esfuerzos de los últimos años 
se los estoy dedicando al Teatro Real. La ópera nace 
en Italia con Monteverdi; el género se denomina con 
un término italiano; durante el siglo XIX, en el Teatro 
Real el público exigía que los libretos escritos 
originariamente en español se tradujeran al italiano 
para ser representados; y, finalmente, en nuestro 
tiempo, aunque el repertorio se haya abierto como 
consecuencia de la relevancia cultural que tiene la 
ópera, La Traviafa, de Verdi, como hemos 
comprobado recientemente, sigue siendo la más 
identificable, la que más entusiasmo y afición genera. 
Como veréis, lo italiano me rodea en casi todos los 
ámbitos, y lo hace de manera muy gozosa. 
Ante la falta de otros méritos, he aducido mi amor y 
admiración por Italia, y a vuestra generosidad, 
embajador, sólo puedo responder asumiendo el 
compromiso de hacer todo lo que esté a mi alcance 
para promover la amistad y el entendimiento entre 
nuestros dos países. Por tanto, y concluyo, querido 
Pietro, sabes que cuentas siempre conmigo, amistosa 
y cívicamente, para este ilusionante empeño. 
Muchas gracias. 
Madrid, 22 de mayo de 2015 


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