martes, 9 de mayo de 2017

La Orden de Malta hoy

Reproduzco a continuación el interesante Editorial (Artículo no firmado que expresa la opinión de un medio de comunicación sobre un determinado asunto) de Cuadernos de Ayala, número 69.

LA INTERVENCIÓN DEL PAPA EN LA ORDEN DE MALTA:
DE ORDEN SOBERANA A ORDEN PONTIFICIA

Alegoría de la Orden de Malta

Decíamos en el editorial de la entrega de los
Cuadernos de Ayala antecedente a esta, que mucho
nos temíamos que la Orden de Malta iba a ser intervenida
por la Santa Sede. Y que así se lo habíamos
advertido en Roma a algunos altos dignatarios de
ella. Nuestras advertencias cayeron en saco roto, y
nuestros temores se han visto confirmados por las últimas
actuaciones de la Santa Sede, que el 24 de
enero de 2017 ha provocado la forzada dimisión del
Príncipe y Gran Maestre, y ha nombrado un legado
pontificio para controlar cuanto en adelante
suceda en la Orden -con evidente menosprecio
de la figura del Cardenal Patrono,
Raymond Burke, muy contrario a las innovaciones
del Papa-.
Sin entrar en las cuestiones dogmá-
ticas, que solo a la Santa Sede incumben,
digamos que estos hechos, ciertamente insólitos
en la tradicional suavidad y dolcezza
del clero italiano -nada que ver con los modos
y maneras, tan bruscos, del clero argentino-,
constituyen una flagrante violación de las normas del
Derecho Internacional, y una grave amenaza a la tradición
de la Orden de San Juan.
Cuanto a lo primero, no hace falta ser un experto
en el Derecho Internacional, para comprender la
enormidad de la decisión pontifica: según la doctrina
internacionalista, hemos asistido a una invasión de un
sujeto político por otro, a una anexión de facto, utilizando
para ello la fuerza moral de la autoridad pontificia.
Pero fuerza coactiva, al fin y al cabo. A partir del
24 de enero de 2017, titular a la Orden de Malta de
soberana, es una afirmación vacía de contenido real.
La Orden ha sido sometida por otra potencia extranjera
-la Santa Sede-, y ha perdido toda su soberanía,
aunque el cascarón ya vacío de tal apariencia soberana
todavía se mantenga en pie, no se sabe por cuánto
tiempo.
La anulación pura y llana -pero sin ninguna legalidad-,
por parte de la Santa Sede, de todos los
acuerdos del Soberano Consejo, aprobados en su sesión
del 6 de diciembre de 2016, es una muestra palmaria
de cuanto estamos diciendo.
En cuanto a la intervención de la Orden por la
autoridad apostólica, tampoco parece estar acorde
con la Carta Constitucional de la Orden, aprobada en
1997, cuyo artículo 1º expresa que La Orden es sujeto
de derecho internacional y ejerce funciones soberanas,
a través de sus tres poderes ejecutivo, legislativo
y judicial. Constitución que ha sido igualmente
ignorada por la Santa Sede -¡que la había aprobado!-.
La tradicional anomalía que representa la Orden
en el seno de la Iglesia Católica, al ser soberana
en el mundo pero sometida espiritualmente a la autoridad
apostólica, no había causado ningún trastorno
hasta ahora -si exceptuamos el affaire Canali,
en la década de 1950-.
Todos estos sucesos han causado el
natural escándalo entre los fieles católicos,
y más aún entre los miembros de la Orden
de Malta, que han visto cómo quien ha sido
fiel a la tradición de la Iglesia y de la Orden
de San Juan, ha sido destituido, y cómo
quien era y es partidario de una autodenominada
modernidad, es repuesto en su cargo,
y hasta encumbrado.
Frà Ludwig Hoffmann von Rummerstein, el lugarteniente
ad interim de la ex-soberana Orden, de
acuerdo con las instrucciones del legado pontificio, ha
convocado al Soberano Consejo para el 29 de abril,
con el fin de proceder entonces a la elección del nuevo
Gran Maestre. Pero también para dar inicio a una
reforma de la Orden, cuyo alcance todavía no se conoce
con certeza.
Según algunas fuentes, esta reforma se limitará
a los caballeros de justicia, que son religiosos -y
sobre los cuales la Santa Sede sí que tiene plena autoridad-;
según otros, la Orden va a ser convertida en
una mezcla de la del Santo Sepulcro, los Rotarios y
las ONG, perdiendo todas sus tradiciones nobiliarias
y caballerescas -tan ajenas, o más bien tan detestadas
por el actual Papa-. Pronto lo sabremos.
En este incierto futuro, hay ya sin embargo algunas
certezas. Una de ellas, que Su Santidad el Papa
ha actuado con una violencia innecesaria, poniendo
en entredicho la misericordia que predica. Otra,
que el nombre del Barón Albrecht von Boeselager
quedará para siempre unido a estos desagradables
sucesos, por haber sido el directo causante de la pérdida
de la soberanía de la Orden.
Dios N.S., siempre misericordioso, querrá
acaso perdonar a ambos estas torpezas.

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